miércoles, 23 de marzo de 2016

El libro de texto: ¿recurso o limitación en las aulas?

Un aula ordinaria hoy

"El profesor entra en clase y los niños dan los buenos días. A continuación, se entregan los deberes del día anterior y comienza la clase. A la voz del profesor los alumnos abren el libro de texto por la página que se quedaron el otro día, continuando la lección anterior o empezando una nueva. El docente explica, los discentes escuchan. Se hacen ejercicios en clase, se corrigen, se lee la lección, se hace hincapié en los conceptos, más ejercicios, más correcciones y por último los deberes. Al día siguiente, vuelta a empezar, pasando así los días, las semanas, meses, trimestres y cursos, hasta que te das cuenta de que es demasiado tarde".

Análisis de la situación

Esta es una breve descripción de lo que uno puede observar día a día en aquella microsociedad que denominamos "aula". La misma ecuación que se repite una, otra, y otra vez, y no sólo en un centro sino en uno, otro, y otro más. A la pregunta "¿cuál es el resultado o las consecuencias de ello?" suenan al unísono diversos informes con respuestas del tipo "tasa de fracaso escolar elevada", "mecanización de la educación", "relación unidireccional del proceso de enseñanza-aprendizaje", "individualismo y competitividad".... mientras que nosotros, los docentes decentes (sí, es un buen juego de palabras), seguimos preguntándonos constantemente "¿qué esperamos conseguir como profesores o que debemos (o al menos deberíamos) esperar conseguir?" y la respuesta es "todo lo contrario". Entonces, ¿qué es lo que falla? ¿cuál es el problema de base? el enfoque.

En esto es en lo que suelen caer gran parte de mis colegas de profesión y uno de los causantes de todos aquellos efectos que he dicho con anterioridad. Por desgracia, este mal enfoque, como digo, viene seguido de otras tantas muchas acciones que perpetuan más el error. Un claro ejemplo de ello es el uso masivo del libro de texto. 

Por poner un ejemplo que os permita como lectores focalizar bien mi planteamiento, os invito a pensar en otro oficio, como por ejemplo, el de fontanero. Un fontanero, cuando acude a un domicilio en el que se le requiere, cuenta con una caja de herramientas de difierentes tamaños, peso, función... que utilizará dependiendo de una serie de factores como el tipo de avería, tamaño de la cañerías, tramo de las mismas afectado.... ((quizás a veces pueden ser más previsores y, tras hablar con el solicitante y recabar información, pueden llevar el conjunto de herramientas que consideran más específico en lugar de ir con todas, aunque yo considero que, al menos en mi oficio, lo idóneo siempre será valorar en primer lugar la situación detenidamente, recabar información... ipso facto y, ya luego, actuar con la herramienta adecuada)). Bien pues imaginaos si, ese fontanero al que llamáis con el fin de que os solucione dicho problema, se presenta con tan sólo una que, según él, será capaz de solucionar lo que quiera que os pase, sin tener en cuenta nada más cuando lo normal es disponer de un amplio abanico de herramientas que (repito) en función de las circunstancias sean capaces de dar una respuesta adecuada a la necesidad que se presente. En la educación ocurre exactamente lo mismo: deberíamos de disponer de un amplio espectro de recursos que nos faciliten la labor docente (una tarea árdua, a pesar de lo que algunos piensan), y hago hincapié en el verbo FACILITEN. No HAGAN, sino FACILITEN. Y digo esto porque el libro de texto no es ningún manual que haya que seguir al pie de la letra, ni mucho menos considerarlo "la concentración y expresión máxima y única posible y existente que contiene todo el conocimiento habido y por haber".

Por el contrario, es únicamente una guía, un resurso, un elemento organizado, un modelo... que nos permita conseguir esa enseñanza tanto en conocimientos como en valores (los dos tipos de enseñanza de las que tanto hablo). En definitiva, un medio (de los muchos otros) para conseguir un fin, y no un fin en sí mismoHay muchas otras herramientas complementarias e incluso sustitutivas del libro de texto (e incluso, dadas las circunstancias, podríamos adaptar una que ya tenemos o incluso crear una completamente nueva o que surja como combinación de otras, ¿por qué no?) y ahí entran otras de nuestras labores como son la búsqueda, la adecuación o adaptación de contenidos, la reflexión, el establecimiento de nuestros propios criterios... 


Y todo ello es importante para conseguir (además de lo ya mencionado) el mantenimiento de nuestra formación en continuo movimiento, que afecta directamente también a otro de nuestros objetivos primordiales: el bienester y la calidad de aprendizaje de nuestros alumnos. Sí, aquellos que el día de mañana serán ciudadanos, que tendrán una serie de valores y que funcionarán de cierta manera en consonancia a esos valores, y que conformarán en consecuencia los pilares de futuras sociedades y que por desgracia son las víctimas más afectadas de un sistema educativo ineficaz y perpetuado por aquellos que deberíamos tratar de cambiarlo, mejorarlo... en aras del bien de toda la sociedad. 

El resultado de este "enfoque educativo" tiene más efectos negativos (por si fueran pocos). Unas víctimas muy perjudicadas e inocentes, nuestros alumnos, que se les inculca esa idea de que "el colegio es una cárcel" y que "estar en clase es leer el libro" y por tanto, resumirlo en algo más simple como "el colegio es el libro de texto". Que no hay más "aprendizaje" ni "conocimientos" que los que dice el libro, así como el "método de enseñanza en exclusiva", la memorización. Hay cosas que hay que aprender de memoria, es evidente, pero la mayoría de los contenidos que impartimos tienen una razón, un porqué, una lógica... que es la que creo que hay que descubrir a los niños junto con el entusiasmo de aprender algo nuevo cada día. Todo esto, se traduce en pocas palabras como la falta de significado y relación con la realidad de todo lo que se aprende para ellos.

En relación a los padres, hay dos grandes tipos: afectados (como los alumnos) y perpetuantes. Los primeros, padecen, como sus hijos, la rigidez del sistema actual. Algunas ocasiones, por suerte, se agrupan, forman asociaciones, se expresan y tratan de buscar, junto con nosotros (siempre y cuando haya predisposición por nuestra parte también, que esa es otra) a buscar soluciones, y a construir, entre todos, la educación que queremos, o al menos tratar de mejorar la que existe mientras que el resto se resignan, sin más, a veces pasando a ser de la segunda tipología. Los segundos, desgraciadamente, viven con esa idea de libro que he definido más arriba, y su máxima preocupación, a veces disimulada tras el "aprendizaje de su hijo" acaba siendo "terminar el libro de texto" cuando, como mínimo, debería ser justo al revés, es decir, primar lo primero antes que lo segundo. Se empeñan en que el colegio es el libro, como la idea que transmitimos a los alumnos, y refuerzan esa idea más aún, favoreciendo el fracaso escolar, principalmente. Algunos incluso van más allá y son capaces de emitir juicios de valor sobre nosotros, los profes, en función de si va "más rápido o más despacio que el de la otra clase" cuando en realidad, entre muchas otras cosas (metodologías, características del grupo,...) se deberían de preocupar por la calidad o cualidad del aprendizaje en lugar de la cantidad (para ellos es mejor aprender quince temas mal que cinco bien cuando yo pienso lo contrario). No obstante, aunque soy muy crítico con ellos, tampoco les culpo.

Más crítico soy con mis compañeros que, a pesar de tener una formación cada vez más innovadora, se empeñan en continuar los modelos que funcionaban hace 30 ó 40 años, con los que aprendieron ellos, probablemente, en lugar de plantearse qué funcionaba bien de aquello y qué mal para mejorarlo, si no vas un paso más allá y creas tu propio modelo de enseñanza, que siempre es lo ideal. En nuestro grupo, también existimos afectados y perpetuantes, aunque sólo deberíamos ser afectados, como los niños, con la salvedad de tener voz para mejorar, cambiar, innovar.... y llevarlo a cabo. Así eliminaríamos también los padres perpetuantes, que surgen como resultado en parte de los profes perpetuantes

Ya para concluir, creo (y quiero pensar también) que, en el fondo, todos acabamos siendo víctimas de manera directa o indirecta. Basta ya de echarnos lo malo en cara y comencemos, en primer lugar, por aceptar los fallos de cada uno y, seguidamente, unámonos para conseguir una educación que esté a la altura de las necesidades de la sociedad actual. Construyamos juntos, entre todos (políticos incluidos), la educación que queremos para nuestros niños, para nuestro futuro, pues, como decía Nelson Mandela "la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo" y, hoy día, estamos desaprovechando el potencial que tiene, no sé si por falta de consciencia, pasividad, o ambas dos, a la vez. Sólo juntos podremos lograrlo.

Hasta la próxima.