viernes, 25 de diciembre de 2015

La Navidad

La Navidad siempre ha sido sinónimo de decoración, compras, grandes reuniones con amigos y familiares, regalos, frío... un conjunto de circunstancias y tradiciones que nos recuerdan el significado, el simbolismo de estas fechas a todos. Lo celebramos año tras año, en especial por los niños, viviendo momentos mágicos y cargados de ilusión, permitiéndonos también hacer un balance entre las (buenas y malas) acciones, motivado por una proximidad al fin del año actual y el comienzo de uno nuevo. En cambio, ¿alguna vez nos hemos preguntado cuál es el origen de la festividad?¿por qué se hace lo que se hace? y ¿siempre ha sido así?. Una vez más (como hice con Halloween) os invito a conocer las raíces de esta celebración y sus costumbres, desgranando su sentido y descubriendo detalles que incluso hoy día, sorprenden.

Sin duda alguna, si hay algo que nos recuerda a la Navidad, en primera instancia, son las luces navideñas. Como producto con la clara finalidad de decorar todo tipo de ornamentación, surgen unas pequeñas bombillas que dotan a las calles y a los hogares de un juego de color, alegrando a la vez que sorprendiendo (siempre que uno se para a observarlas con detenimiento). No obstante, antes de cumplir dicho cometido en las fiestas en las que estamos, su objetivo era claro: iluminar las pequeñas centralitas telefónicas de 1882. Fue entonces cuando se dieron cuenta de la verdadera belleza que estas lucecitas irradiaban y decidieron cambiar su cometido y hacer más intermitente su papel con el paso del tiempo, limitando su uso una vez al año, como se hace en la actualidad.




Festividad de Yule
Otro gran icono navideño es el tradicional abeto que se coloca en cada hogar. Su origen se remonta hasta hace casi 2000 años. Aprovechando el recién estrenado solsticio de invierno, era tiempo de celebración debido a que, a partir de entonces, los días comenzaban a hacerse cada vez más largos tras la noche más larga. Se celebraba la "festividad de Yule" (en el nórdico antiguo, "Júl"), época propicia para las grandes matanzas del ganado que se había alimentado durante todo el año, y, ante la imposibilidad de seguir alimentándolos durante el duro invierno, se servían cocinados en forma de gran festín. Además, se aprovechaba para quemar un tronco, concretamente conocido como "leño de Yule", y se hacía arder durante 12 horas, esparciendo las cenizas por los campos y hacerlos fértiles. Finalmente, esto terminó culminando en llenar el hogar de plantas de hoja perenne, entre ellos, el abeto que hoy día seguimos utilizando.

Las Saturnales, fiestas con grandes banquetes y regalos
Con la llegada del Cristianismo y, a través de sus evangelios, se añadió algo más (aunque sin fecha predefinida) a lo que hoy día conocemos como Natividad: el acontecimiento del nacimiento de Cristo, el hijo de Dios, y la presencia de una estrella que guía a tres figuras pertenecientes a la realeza oriental y que llevan ofrendas al niño que, un día, será relevante. Por el contrario, cabe destacar que, antes de que estas tradiciones se atasen directamente a las anteriores, se realizaban unas fiestas paganas romanas por estas fechas, las "Saturnales", que acontecían desde el 17 de diciembre hasta el 23 de diciembre, y en los que se encontraban presentes, además de los grandes banquetes, el intercambio de regalos. También celebraban las fiestas de año nuevo, durante 5 días, que coincidían con el cumpleaños del Dios "Sol invictus", coincidiendo con el solsticio de invierno. De esta manera, la Iglesia, en aras de conseguir seguidores no creyentes, terminó por absorber estas celebraciones, asignando así, el nacimiento de Cristo, el mismo día 25. 


George III y Charlotte, decorando su árbol en 1762 

Durante un tiempo, los cristianos de la época utilizaban estos días para ir a la Iglesia, encender velas y rezar. De forma paralela, se desarrolló otro tipo de celebración secular en las calles por parte de la población. Consistían en todo lo contrario a la Iglesia (ruido, grandes fiestas, una gran cantidad de gente por las calles...) que eclipsaban el contexto opuesto, de forma que, con el trascurso de los años, las autoridades cristianas terminando prohibiendo estas celebraciones. Tras un periodo indefinido de calma y de celebración exclusiva en la Iglesia, comenzaron a surgir los "villancicos", aunque cantados en latín. Fue entonces, tras un tiempo, cuando empezaron a cantarse en las lenguas vernáculas, tal y como los conocemos ahora. Debido al malestar generado entre el pueblo (y manifestado a través de diversos actos) por la prohibición de las festividades que se llevaban a cabo "puertas para afuera" de la Iglesia, los cristianos decidieron permitirlas nuevamente, aunque llevándolas al terreno más privado (familiar, en los hogares) y quitarle ese "carácter público" con el que habían surgido en un principio, evitando así el molesto ruido que ocasionaban. Fue entonces cuando, después de tomar un carácter más privado limitado a la familia y el hogar, se decoró el primer árbol de Navidad, de la mano del rey George III y su mujer, Charlotte, en 1762, propiciando que el resto de la sociedad inglesa, medio año después, hiciese lo mismo.


San Nicolás de Bari, el origen de Papá Noel
Pero si hay una figura verdaderamente eje en las Navidades (en especial para la cultura estadounidense), esa es la figura de "Santa Claus" o "Papá Noel" ("Saint Nicholas" en inglés). Y es que, como ocurre con todo, su figura fue evolucionando desde su origen: la idea surgió de un neoyorquino, Clement Clarke Moore, que en 1822 publicó un poema de 52 versos titulado "Una visita de San Nicolás" que acontecía la noche antes del día de Navidad, llenándolo de descripciones de la figura de Papá Noel, además de tradiciones colectivas y propias. Los primeros bocetos de su figura, unidos a las características propias del Santo Nicolás (Nicolás de Bari, famoso por repartir regalos a los niños) y las características de su versión holandesa, "Sinterklaas" (con una abundante barba blanca y que surcaba los cielos en un caballo) empezaron a delimitar la primera silueta de este icono. Otra de las cosas que se adoptó de esta última figura fue la presencia de un ser malévolo que acompañaba al "Sinterklaas" y que castigaba a los niños malos. En cambio, esta figura terminó por perder la "personificación" como ser malvado y terminó en adoptarse en la actual forma de carbón que conocemos. Sumando todo ello, la primera descripción que se tenía de Papá Noel era la de "un elfo feliz y enano, delgado, con barba blanca, con una pipa y un saco que llevaba a su espalda, cargado de regalos" añadiendo que, en lugar de surcar los cielos con un caballo (como el "Sinterklaas"), adoptó un trineo con 8 renos.
"Sinterklaas", el San Nicholas holandés
Thomas Nast, el otro neoyorquino encargado de "darle forma", fue el que llevó sus cualidades recientemente adquiridas al papel, añadiéndole, con el paso de los años y su evolución (y necesidad de adaptación) del personaje, el traje rojo, el cinto, la lista de niños "buenos y malos" además de su ubicación en el Polo Norte.


Debido a la creciente necesidad económica del comercio por aquel entonces, las empresas se apropiaron de la imagen de Santa Claus y la convirtieron en "la cara de la Navidad" con el fin de aumentar sus ventas. Gracias a ello, los bocetos publicitarios que invitaban a la compra añadieron los últimos atributos de éste, como el hecho de "bajar por la chimenea", los "calcetines colgantes que se llenan de dulces" y "el carbón de los niños malos" (también relacionados con estos ítems, aparte del ser malvado que acompañaba a "Sinterklaas"). Además, se dio nombres a los renos que lo llevaban, siendo el más característico el reno "Rudolph", por su nariz brillante. 

La versión de Papá Noel por Coca-Cola

La televisión también jugó un papel importante a través de la programación navideña y anuncios publicitarios, con dibujos y animaciones que entretenían a mayores y pequeños frente al televisor, a la vez que consolidaban las diversas interpretaciones personales de la Navidad. Surgieron adaptaciones televisivas de "Cuento de Navidad" de Dickens, de la historia "Cómo el Grinch robó la Navidad" y "Charlie Brown y el sentido de la Navidad", consiguiendo (en especial esta última) aunar el carácter religioso de la festividad con el meramente familiar.


Tras este largo recorrido por la historia de la Navidad, sólo queda dar mi pincelada reflexiva sobre la tradición: para mí, la Navidad, tiene un sentido familiar, hogareño, en el que se demuestra (con más razón y a la vez con más fuerza que el resto del año) que quieres a la gente que quieres y por qué la quieres. La "excusa" perfecta para sentirte más cerca de los tuyos, de tener detalles con ellos, de sentir más su "calor" como familiares, amigos, pareja... y compartir grandes momentos de risas, diversión, anécdotas... que a lo largo del año "no sientan tan bien" o "no calan tanto" como lo hacen ahora. En definitiva, valorar todo lo que tienes y disfrutarlo, por encima de cualquier otra característica propia de estas fechas (decoración, regalos, banquetes...) que, aunque contribuyen, por sí solos, no dejan de ser "simples añadidos". Al fin y al cabo, la verdadera Navidad (y su "regalo") significa tener gente con quien compartirla, por encima de cualquier cosa, lo que hace de ella, una festividad perdurable en el tiempo.

Muchas gracias y ¡feliz Navidad!.  


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