martes, 23 de febrero de 2016

Sanatorio de "La Barranca"

Existen lugares que, ya sea por su majestuosidad, por las cosas que han ocurrido allí o por ambas dos, al mismo tiempo, no se olvidan, e infundan en tu persona una sensación de respeto que cala hasta lo más profundo de tu ser. Este es el caso de este antiguo sanatorio, situado en el valle de la Barranca (Navacerrada, Madrid) que me causa un gran interés, a la vez que temor. Mis amigas y yo pudimos comprobar este fin de semana la grandiosidad de este complejo, que se erige en este valle sin previo aviso, entre los árboles, y que "descubrimos" gracias a la ruta de senderismo que hicimos (https://diariodeunaenamoradadelavida.wordpress.com/2016/02/23/ruta-senderismo-valle-de-la-barranca/)

El sanatorio de La Barranca (nombre popular) o del Santo Ángel de la Guarda fue construido en 1941 por el Patronato Nacional de Tuberculosos, organismo del que dependían una gran cantidad de hospitales. Esta edificación (junto con muchas otras del estilo) fueron construidas como resultado de la gran extensión de casos de tuberculosis existentes en la época. Una de las características comunes que poseían era la de encontrarse en zonas alejadas de los núcleos urbanos (en este caso particular, a gran altura, en la sierra madrileña, a 1200 metros sobre el nivel del mar) con un triple beneficio: en primer lugar (y quizás una de las principales razones), aislar a los enfermos de los grandes núcleos de población para evitar, así, que la enfermedad se extendiese; en segundo lugar, debido a los limpios y frescos aires de la sierra, que suponían un considerable alivio a los enfermos más graves contra algunos de los síntomas propios de ésta; por último, la educación que recibía el propio enfermo allí, enseñándole cómo evitar la recaída y que sirviesen como agentes útiles en favor de la sociedad y la lucha contra la propia enfermedad. Con el fin de paliar la tuberculosis y el poco avance existente en el campo de la medicina, se llevaban a cabo una serie de curas pasivas de reposo junto con una buena alimentación, entre las que destacan la colapsoterapia y la toracoplastia. Mientras que la primera consistía en introducir aire en la cámara pleural para mantener la lesión pulmonar en reposa, la segunda era un tanto más agresiva, y suponía una intervención y resección de una, varias o una parte de las costillas, consiguiendo el hundimiento de la pared torácica y el colapso pulmonar.  

Además de la tuberculosis, también se trataron otras enfermedades como el cáncer de pulmón e incluso otras de carácter meramente contagioso como la lepra o la polio. Se mantuvo con esta función, hasta que, llegados a la década de los 60, se le habilitó como psiquiátrico hasta el año 1995, en el que cerró definitivamente. Desde entonces, su futuro ha sido incierto y vándalos así como grupos organizados de sectas carácter religioso (satánicas) han hecho del lugar un recuerdo de lo que fue. Por si eso fuera poco, el carácter energético de este tipo de edificaciones y los hechos que han sucedido allí lo convierten en causa y consecuencia para estos colectivos. Hubo un intento de remodelación y posterior transformación en una residencia de la tercera edad pero el proyecto, finalmente, no se llevó a cabo.

La estructura del sanatorio destaca por ser una construcción de hormigón armada y pizarra. Contiene varias alas, de entre las cuales sobresale la principal de cinco plantas y sótano. Cada planta disponía de unos 3000 metros cuadrados. También contaba con un edificio de recepción, un pabellón infantil, dependencias del personal y otros edificios de mantenimiento. Aunque el complejo exteriormente está intacto, el interior está diáfano: los tabiques han sido derribados y no se aprecia divisiones habitacionales por ningún lado. Desde el exterior se pueden observar las grandes balconadas destinadas a tomar el aire y el sol de los enfermos, así como resquicios de ventanas valladas de su papel como psiquiátrico en los últimos años (evitando que los enfermos se suicidasen). En el siguiente enlace tenéis un vídeo a vista de Dron de todo recinto que no tiene desperdicio.


Numerosos curiosos y amantes de lo paranormal han realizado numerosas investigaciones que testifican que allí se han quedado impregnadas las energías del pasado, provocando sensaciones de pesadez, mareos, sensación de sentirse observados... que pueden ser también, en gran parte, fruto de la sugestión.

Mi reflexión con respecto a estos lugares es bastante clara: no nos deberíamos de aventurar con aquellas cosas que el ser humano no entiende. Sea como fuere, allí queda algo, y, aunque no lo he comprobado de manera personal, creo que se merece "respeto" por nuestra parte. Si los muertos no se meten con nosotros, ¿por qué nosotros nos metemos con ellos?

Gracias por leerme, ¡un saludo!

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